jueves

Sávreh

Desde que comenzó no hubo una sola noche que no pensara que algún día terminaría, y terminó mucho antes de que empezara, a fin de cuentas, es algo que forma parte de la historia, de cualquier historia de amor.

Hubiera preferido enredarse en su cuerpo sin ropa, sin sábanas, sin huellas, y llorar la despedida envuelta en sus brazos, en silencio, dejándose arrasar por su deseo una vez más la última, y no fue así, y ya no volverá a ser.

Echará de menos todo lo que nunca le dijo, los besos que nunca se dieron, los sueños que nunca realizaron y recordará hasta que la memoria se lo permita su lengua ardiente, sus manos ásperas, sus muslos firmes, sus ojos de fuego, su sexo dentro de ella...

Se amaron aunque jamás se lo dijeran con  palabras, se amaron... y sin palabras, se seguirán amando

domingo

Mezclum

De mis andanzas de hija única tengo mínimos y difusos recuerdos, esencialmente porque la unicidad me duró apenas tres años. Ya he contado en otras ocasiones la angustiosa reacción de aquel momento en el que mi madre trajo a mi hermana recién nacida envuelta en esas toquillas de perlé de antaño blancas como la nieve, y en cuanto hizo los honores de presentarme a la competencia, espeté un angustioso si, mami, es mi hermana ¿pero cuándo se la llevan? Y la cordura imponiéndose sobre el desasosiego: no cariño, se queda con nosotros.


La corona de mi reinado infantil estalló rompiéndose en añicos en ese mismo instante, y yo pensaba que esas cosas no ocurren en hijos plurales (gemelos, mellizos, trillizos…), pero hete aquí que he descubierto que en el mundo de la fraternidad -indefectiblemente esa palabra suena a clínica de pago- las luchas por el reinado son más encarnecidas si cabe. Quizás sea por el hecho de que los padres, es su afán de no hacer diferencias, no individualizan, llegando a considerar a su camada múltiple, pack indivisible, y claro, si no es antes es después, pero llega un momento en el que cada cual reclama su espacio y reivindica su personalidad por encima de las inevitables comparaciones.



El mundo de los bebés ha cambiado mucho. Qué lejos quedan aquellos viajes en el coche con todo el primerío en la ranchera, donde no había más cinturones que aquellos que nos enseñaban a modo de amenaza cuando nos deslizábamos más de la cuenta. Hoy por hoy, no hay mejor excusa para cambiar de coche que tener un bebé. Que claro, es que ahora a los bebés se les pasea mucho y de muy diferentes formas; antes pasábamos de brazo en brazo y ahora no se les pasea por los brazos, vaya a ser que se acostumbren, pero no les falta vehículo: cuco, canastilla, silla, maxicosi (que no sé lo que es pero debe venderse como churros porque todo el mundo habla de eso), trona, cuna, cuna portátil – supongo que esto es lo que antes arreglábamos juntando dos sillones – y alguno que mi conocimiento tan escaso del tema desconoce.


Yo tuve un capacho y una cuna. Una cuna hereditaria, por supuesto. No sé de quien la heredé, pero yo se la dejé en herencia a algún primo y a mis hermanos. Y estoy convencida de que eso de compartir barrotes une tanto o más que la sangre. Y cuando tuve edad para pasear como una señorita, me compraron un carro rojiblanco del que me acuerdo al lado contrario, empujando las asas y llevando a mi hermano diez años después.


Lo más moderno que había en el mundo de los carros era la sombrilla, tan moderno – y tan duro el puto flexo- que era más fácil colocarle una gorra a mi Paquito que andar girando el armatoste a merced del sol


Algo que también ha cambiado mucho – y a peor- es el tema del baño. Antes nos lavaban en cualquier cacharro en el que entrara un bebé sentado, menudos chapuzones me he pegado yo en un barreño de latón que tenía mi tía en el patio, también tenía una bañera de plástico verde, que a esa edad, es lo más parecido a la piscina del Parque Sindical, porque en la bañera ya se podían estirar las piernas y los brazos, y hasta simular que nadaba al estilo perrito, y de ahí directamente a la playa. Mi primera vez fue Cullera. Debía tener cuatro años y recuerdo una playa triste, de arena mojada-casi-barro y unas rocas perforadas feas y muchas gaviotas. Eso marcó para siempre mi gusto por las playas Bacardí con las que aún en foto babeo imaginándome rodeada de palmeras, sobre una hamaca confortable bajo un chulazo fibroso y bronceado a punto de verter sobre mi su agua de coco.


Todo esto venía -o quería venir a cuento- de unas pulseras que evitan los mareos y que provocaron una risa estruendosa una tarde de piscina que nunca volverá a ser igual.

Antes de comenzar las vacaciones empecé con esta entrada, que bien podría convertirse en salida, pero cuando abro puertas, que me cuesta, lo hago con la intención de que quien la traspase se quede, que no salga, por eso, si él no quiere - que al menos por ahora no querrá- no saldrá por mi puerta. Han pasado muchas cosas desde aquella tarde piscinera a pesar de que no ha pasado ni un mes, y yo desde mi ignorancia, habría preferido que nada hubiera cambiado, pero claro, bastante tiene una con su matrimonio como para orquestar los matrimonios de los demás

Estas vacaciones de bombas telefónicas ha sido sofocante tanto o más por las malas noticias que por el calor, que también. No quisiera sin embargo aludir a quien no quiera sentirse aludido, pero no quiero pasar por alto a Ana, a quien respeto en sus decisiones aunque no las entienda, a quien no querré más ahora pero sí mejor por la forma en la que demuestra -sin pretenderlo- una elegancia poco frecuente en estos casos, en los que lo más fácil es sacar trapos sucios, defectos y desmanes; que por supuesto, todos tenemos. De todas formas, cúanto me gustaría que donde hubo fuego quedaran cenizas capaz de avivar la llama.

Me cuentan sottovoce una desgracia de vecindario distinta, chabacana y delictiva, que en absoluto me sorprende, pero me inquieta. Nunca me ha gustado ese tipo, que no mira ni a los ojos, ni siquiera a la boca, porque su lascivia previsible le impide subir la mirada más allá del frunce que dibujan los pezones bajo la tela. Podría resumir diciendo que es un cerdo. Pero es mucho más que un cerdo. Por más que la chavala luzca el tanga dos cuartas por encima del pantalón, no debería confundir su libido enfermiza con una provocación, que de ser cierta, no justificaría que el tio -hijodeputa- quisiera adentrarse en la sobrina de su mujer en contra de su voluntad por varios motivos, en primer lugar porque eso es una violación, en segundo lugar porque es una menor, y en tercer lugar, porque por las venas de la chavala, corre la misma sangre que por la de sus hijas. Un hijodeputa en toda regla. Y su mujer conocedora de la situación -denuncia de por medio- le perdona porque le quiere y porque es el padre de sus hijas. Chata, no sé la capacidad de amor que tienen los demás, a veces incluso tengo seria dudas sobre la mía propia, pero no creo que fuera capaz de seguir viviendo con semejante sinvergüenza sabiendo lo que ha hecho.

Hasta ahora he soportado ser abnegada depositaria de la ronda de besos habituales a su llegada de esos viajes de camionero de mierda de casas de putas, que ya es tener educación y estómago, y sin entenderlo no evitaré la náusea cuando tenga que ver como te da un pico y como sus hijas salen en su busca cuando se acerca después de un viaje, pero por más que finjais que nada ha pasado por miedo a que el abuelo se entere y cualquier día se arranque los pocos pelos que le quedan por no arrancarle la cabeza al hijodeputa que ha violado a su nieta, me niego en rotundo a ser cortés, complaciente, diplomática, y simpática, que nunca lo he sido con él, porque se me atravesó el primer día que le oí decir “que no se muera la abuela, que aún tiene que criar a mis hijas”. Cabrón

Y por otro lado, la Baldomera, que en su descarada ignonimia, soltó en mitad de una conversación, que jamás perdonaría una infidelidad.


- Vamos a ver hija, que estás diciendo, porque hasta donde yo sé, no solo la permitiste sino que estuviste a punto de separarte.

- Hombre, es que no es lo mismo, cuando estuvo con la otra, mi marido venía a dormir a casa todas las noches.


Esta mujer, ya lo decía mi abuela, en una payasa. Con todas las letras P- A- Y- A- S -A

El verano tiene estas cosas, y por fortuna otras. Mañana de vuelta a casa, empezará una vez más la trágica rutina post vacacional del temido madrugón, las horas de luz escaseando, la limpieza tediosa del polvo reposado durante quince dias, las lavadoras, la arena de la playa emergiendo imprevisiblemente desde los pliegues del forro de la maleta, la nevera triste y helada como la soledad; pero llegará el recogimiento, y los fines de semana de rinconera y pelis, y el romanticismo del frío - el calor del verano es simple y llanamente sexual- y el objetivo de las próximas vacaciones en Navidad, y así se nos va la vida, yendo, viniendo, haciendo maletas, deshaciéndolas, esparciendo arena queriendo o sin querer

Huevos fritos, orinales y fond de teint

Siempre que vamos a casa de mi prima Ana sé que nos dará pereza volver. Primero porque son unos magníficos anfitriones, segundo porque sus alrededores nada tienen que ver con los míos, y tercero, porque la risa garantizada es un valor seguro. A mí, que me gustan las visitas en exclusiva, me encanta sin embargo, cuando mi otra prima, Marisol, se deja caer con sus retoños, cebo indiscutible de mi objetivo convertidas en extraño e incipiente instinto maternal, para esta que escribe que nunca está segura de nada y aún menos de dar ese paso gigante no, definitivo.


A mi me gusta ver a Juli relajado, casi distraído y aprovechar la coyuntura para dispensar mordiscos inocentes y achuchones de casi tía a esas nenas que son dos bellezas ambulantes y pulirme la SD a base de instantáneas ahora que los flashes no les hacen mal. Los padres se ponen a veces muy cansinos. Me pasó hace poco con un bebé de dos meses:  no le había hecho más que tres fotos al cachorro cuando el recién estrenado padre me llamó la atención como de buen rollito pero con una mala hostia encubierta de mucho cuidado: me vas a "flashear" al niño. Tú sí que me flasheas, pensé yo.


Por no hablar de la frasecita... "ya te tocará"... pues no sé si me tocará o no, pero por dios y por la santísima virgen, que si me toca que alguien me lo recuerde y me quite de encima esa gilipollez extrema de la maternidad tardía.


A lo que iba. Entre chapuzones y cervecitas la tarde discurre tranquilamente, las nenas se atracan de ganchitos, y los mayores a lo nuestro, que es descubrir que la capacidad de sorpresa es ilimitada, y a veces, incluso produce sonrojo: esa imagen de Carla con sus ricitos dorados al viento y sus ojos azules y radiantes, y sus manitas rebosantes de chuches, y su culito sonrosado postrado sobre un orinal portátil forrado con la bolsa del Ahorramás sobre el césped al borde de la piscina y todos alrededor viendo como la nena no sólo pide pis, sino que lo hace, tranquila, como el que se tira en el sofá viendo una peli mientras se infla de palomitas. No tuvimos el detalle de hacerle la ola cuando acabó de hacer pipí. Qué poco detallistas somos los adultos!


Y qué lejos quedan las meadas piscineras. Desde que empezó a circular la leyenda de que si te meabas en la piscina el pis se convertía en una línea roja y todo el mundo se daría cuenta, ya no es lo mismo. Vamos, es que en cuanto noto que el pomelo se me licua pierdo el culo, y el bañador si hace falta, y convierto la salida de la piscina en una ginkana improvisada sorteando niños, señoras, y todo lo que se ponga por delante y salto la escalera como si fuera una olímpica optando a medalla camino del baño con tal de que la línea roja no me persiga. Lo malo es cuando llego al baño y no sale nada, igual es que por el camino me lo he hecho encima del miedo. Por eso cuando voy a la playa me desquito. Tengo una destreza bárbara. Soy capaz de mear de pie, como la Trapote, mientras finjo que busco a alguien con la mirada en el horizonte; meo sentada mientras aparento buscar un berberecho casi en la orilla, y meo hasta nadando, que eso es lo más difícil, porque siempre hay alguien que se cruza en tu camino y temes que note el cambio de temperatura del agua mezclada con el pis hirviendo, pero en ese momento crucial, te sumerges para hacer la voltereta o el pino-puente y asunto arreglao. Yo doy por hecho que todo el mundo lo hace. Lo que nos diferencia es el estilo. Es que hay algunas a las que les falta pedir un kleenex!


Avanzaba la tarde y alrededor de la mesa del merendero, como no podía ser de otra manera, surgió el tema de las comidas. Fue así como descubrí que los huevos fritos son predilección masculina en la escala de top-ten-colesterol, y que la norma del "cuatro huevos a la semana" debe ser invento de familia. Manda güevos. Yo siempre le he tenido mucho respeto a la citada norma. Más que respeto, miedo en general. De hecho me da pánico pedir un pincho de tortilla en cualquier bar, vaya a ser que me de un vitango.

Dicen que el huevo se estropea enseguida y que hay gente que ha muerto intoxicada por un huevo asesino, y que cuando al cortar una tortilla el huevo parece un hilo es que está malo y puedes morir si lo comes. Cosas que nos cuentan y que se quedan almacenadas en la memoria del terror. Y resulta que Angel ha comido durante años huevos fritos todos los dias, y no pasa nada. A fin de cuentas... lo que no mata engorda, y cuando ni lo uno ni lo otro importan, qué mas da lo que diga la ciencia!


Y cómo se apoyan los hombres cuando les tocas lo suyo, los huevos, vamos. El debate prometía, lástima que nos tuviéramos que ir, porque el tema daba para mucho. Ya de vuelta a casa y a contrareloj, ducha rápida, la ropa preparada... y en pelotas p'arriba y p'abajo buscando mi bolsa de maquillaje que ni en un bolso ni en otro aparecía.

- Jose, ¿has visto mis pinturas?
- Sí, me he estado pintando los ojos, no te jode.
- Joder que no la encuentro, la tenía aquíiiiiiiiiiiiiiii


Al borde del infarto llamé a mi prima que surtió el efecto de un diazepan cuando al preguntarle ansiosa si había visto un neceser dorado me dijo que sí. La putada es que pensaba ponerme monísima para la cena de nuestro aniversario, y me quedé en mona simple a falta de mi fond de teint, mis brochazos de perlas arábigas, el perfilador y mi barra de labios.


Yo pierdo la vergüenza, el autobús, o una partida de Trivial y no pasa nada... pero pierdo mis pinturas y pierdo el sueño. Con la falta que me hace!

domingo

Zahorista a tiempo parcial

Tengo la sensación de que a veces la intuición se pone de mi parte y a poco que me lo propusiera sería capaz de descubrir miserias y riquezas bajo las pieles más opacas. Siempre he tenido la sospecha que la transparencia no es más que una ilusión óptica que muestra una falsa desnudez a los ojos de quienes no quieren tomarse la molestia de intentar alcanzar con la vista el horizonte desde otro plano. Yo empiezo a tener la vista cansada, del desgaste que produce mi gusto por los laberintos tridimensionales, cansancio que se ve recompensado a la hora de componer, recomponer, descomponer...

Me detengo en los recovecos, que es donde suele amontonarse la suciedad y es pavoroso contemplar el detritus en el que se convierten algunas personas ahí donde creen que nadie pueda llegar con los ojos. Del mismo modo, resulta altamente gratificante comprobar como en otras personas por esos mismo recovecos discurren tranquilamente ambrosías. La diferencia, naturalmente, es que la mierda se estanca y completa su putrefacción corrompiendo cuanto a su paso encuentra, en cambio, la belleza fluye tranquila o exaltada, pero fluye y se extiende como el océano desde la roca.

Qué poco nos parecemos a lo que parecemos en cualquiera de los casos.

Me quedo con la belleza, me gusta descubrir bajo la corteza del hijoputismo más aterrador la debilidad más insospechada, es como cavar en la tierra y descubrir un brote verde entre los gusanos casi al final del tiesto, en cambio detesto, cada vez más, que en el fondo de los vergeles más exóticos y llamativos sobrevivan en una inmundicia secreta las verdaderas intenciones de quien se muestra flamante como una buganvilla.


La inspiración se disfraza de zahorista y trata de exprimir el jugo de lo cotidiano, que es mucho, y desmenuza la pulpa de lo corriente y moliente y trata de adivinar vidas dentro y fuera de otras vidas. Me siento exploradora de lo mundano, a veces, estrepitosamente fracasada cuando lo que hay es lo que se ve, y hechicera de pacotilla cuando se ve a través de mis ojos, que ni siquiera son verdes o negros, aunque a veces ven más allá... un segundo antes, de que otros lo vean

jueves

Coños

Esta semana ha estado marcada indefectiblemente por la idiosincrasia del que más arriba titula. Bien es conocida por mis cercanos mi fijación por el vocablo, aún a riesgo de resultar grosera sin serlo y vulgar, que lo soy, de vulgo-Bulgari, declinación imposible que hermana el callejerismo con el glamour. Me la pela, cari .

Decía, y sigo con el coño, cada cual con el suyo hace lo que puede, quiere o debe, por eso no entiendo que alguien se escandalice cuando se le llama por su nombre. Es vagina en el ginecólogo, pomelo en los desayunos con la gente de la oficina, gruta en el poema, pepe con las vecinas, y tantos nombres tiene como se le quieran poner.

Todas tenemos más o menos coño, pero tan preciado manjar (jar jar jar), no es atributo exclusivo de las féminas.

Tener coño, en plan modern talking va en la forma de ser. Hasta hace relativamente poco era mi Yoly la poseedora indiscutible del COÑO por antonomasia de cuantos me/nos rodean... pero lo que la familia de sangre no te da la familia política te lo regala, y por ambas partes mi regalo es de tamaño descomunal; a una de ellas la bauticé en mis estados facebookeros recientemente con el “coño de 42 pulgadas”. No me direis que no es un tamaño considerable.

No es tranquilidad, ni pachorra, ni cachaza... es todo eso y más. Si antaño se decía de quien tenía le tensión baja que tenía un seguro de vida, yo diría sin temor a equivocarme, que no hay mejor seguro – y de seguros se un rato- que un coño bien plantao.

Viven las y los coñones en su mundo de NUNCA PASA NADA y si pasa A MI PLIN, YO DUERMO EN PIKOLIN. En dos Pikolines para ser exacto, uno para el cuerpo y otro en exclusiva el coño, faltaría más.

Ando estos dias de revisiones rutinarias femeninas, hablando del tema, y qué apuro, bendito sea el Señor, cuando mi ginecóloga acabó la exploración y a poco de sacar el instrumento de mi propio, me dieron ganas de cantar el alialió.

No es plato de buen gusto tumbarse sobre una camilla forrada de papel mientras una enfermera te obsequía con una toalla para taparte el ombligo y la titular se mete hasta el infito y más allá con el artefacto mientras te mira de reojo mientras teclea torpetemente el ordenador para sacarte fotos en blanco y negro. ¡Con lo que me van a mi un posado y un baño de color!

Ahora sé por qué tardan tanto en llamarte a consulta: porque hay señoras que llevan su coño superlativo y han de poner una camilla supletoria para hacer la exploración por separado.

Hormonalmente hablando...

sábado

Gala

Existe la leyenda de que es un hombre soberbio, algo estúpido, prepotente. A pesar de ello, y quizás por ello, es uno de los grandes escritores de este pais. Y de los más leídos.

A mí siempre me ha gustado casi todo lo que he leído de él. Esta mañana me he acercado a saludarle a la caseta de la Feria del Libro en la que a diferencia de otros años no había colas esperando su firma, y al decirle que le admiro como escritor y que había leído algunos de sus libros me ha contestado con un " es usted una soberana embustera, no creo que alguien como usted haya leído si quiera uno de mis libros".

Su joven acompañante en la mesa ha arrojado una sonora carcajada, el propio Gala se ha hinchado como un pavo real y ha esgrimido una sonrisa diabólica y esta que escribe se ha sentido algo más pequeñita que de costumbre. A penas me salía la voz cuando he contestado: " No es cierto. No tengo por qué engañarle. Es más, siempre había creído que era usted una persona amable. Y aunque no lo sea, le seguiré leyendo".

Cuando me he dado la vuelta, he oído que me llamaba... "joven, venga aquí"... era él con su voz retruécana y ahora en mi memoria, burlona y desapacible. Pero no he querido girarme por si en ese momento se me escapaba una lágrima y mi decepción se convertía en alimento de su sorna despiadada. No podía creer lo que acababa de ocurrir.

No le encuentro explicación. Ha sido absolutamente insólito e inesperado. He querido justificar su insolencia pensando en que es mayor. ¡Coño! No tiene justificación alguna. Y lo peor de todo, ha sido el tonito de "no creo que alguien como usted..." ¿alguien como yo? Qué habrá querido decir con eso. Alguien como yo. Alguien como yo ha disfrutado enormemente con La Pasión turca, con su Manuscrito Carmesí, con sus Poemas de Amor, Las Afueras de Dios, El corazón tardío... y tantas y tantas columnas en prensa... Alguien como yo, hoy ha sido víctima del desprecio de alguien como usted, a quien consideraba un gran escritor.

Con todo el respeto que no me ha tenido, Antonio Gala, usted ya chochea. Por viejo. Y por chocho.

lunes

Almos

La osadía sólo comparable a la ignorancia, me hace iniciar esta entrada con vocación de adivinanza para bobos,sentenciando que el hombre de quien hablo es de los feos más atractivos que han pasado por la caja tonta en las últimas décadas.

Ya desde canija, me quedaba embelesada escuchando sus discursos perifrásticos bien servidos de fundamento y no exentos de ironía. Más de una vez, alguno de sus ubicuos conterturlios se disipó tras una sonrisa estúpida por no entender ni quiera sus razonamientos, Y a mí eso me encantaba. Y también me daba pena. Me encantaba porque el dominio etimológico siempre me ha fascinado, y me daba pena, porque me parecía que al final, resultaba totalmente incomprendido. Incomprensible.

La erudicción dota a quien la posee de una extravagancia rotunda, de modo que para quienes no somos eruditos, resulta fascinante que una mente pueda resultar tan heterogénea y vasta; para quienes ni siquiera tienen el conocimiento justo para pasar el día,es otro cantar, y ahí donde hay una virtud ven un defecto.

No descubro nada si digo de él que es un tío carismático, cercano, poliédrico, y a la vez posee una capacidad extraordinaria: la de definir un simple mendrugo de pan con palabras infrecuentes y jamás oídas, o teorizar sobre la indivisivilidad del átomo en castellano al alcance de un parvulario, por poner dos ejemplos de este mi caprichoso imaginario que consigue, a veces, que yo misma crea conocer lo que no conozco.

Es de ese tipo de personas que no pasan desapercibidas. Eso, desde luego no sé si es bueno o malo, pero es un hecho. A mí me gusta que sea así. Me gusta ese punto de listillo de la clase que deja en jaque al maestro, de inocente transgresor, de candidez simulada y sesera en ebullición permanente; de loco lo suficientemente sensato, de bohemio posmoderno.

Esta semblanza heterodoxa y caprichosa, y probablemente nada certera, entraña un secreto a voces: no hay alimento que cure más que la curiosidad que despiertas.

martes

Tribalismo & Gazpacho

Ya estamos con los calores, con la explosión de color, con la ropa escasa y/o sin ella, con el gazpacho y los colacaos fresquitos, y las duchas templadas, y el olor a galán de noche... Los albures de este verano presentan el boceto del tópico estival que tanto me gusta...

Mañana inauguramos las fiestas del barrio dos días antes que el propio barrio de el pistoletazo de salida, no se nos pone nada por delante, así que la tarde de un miércoles víspera de un jueves festivo la dedicaré con el esmero que permiten las altas temperaturas, a cuajar unas tortillas de patata. Carmen ha prometido una morcilla y una ensalada de tomate, mi madre, que siempre se calla hará alguna de las suyas, Azucena contribuye con una generosa tripa de chorizo ibérico... y ellos se encargarán del bebercio. Tribalismo posmoderno. La distribución de roles sigue siendo arcaica, primitiva, como lo era en tiempo en los que el homo "nosecuantos" salía de caza y la "homa" recolectaba y se ocupaba del hogar... sólo que ahora la caza es organizar una partida de petanca y llenar las neveras, y el hogar es trasladar la mesa camilla a un banco de madera en mitad del parque y amontonar comida para el disfrute de presentes y ausentes.

Los ausentes, que son los que nos ven alrededor de la mesa con el descaro disimulado de quien ve una pelea callejera, disfrutan lo suyo viendo el espectáculo de nuestro pudor cero, y hay otros ausentes, que se ausentan porque son más afines al orgullo y la racanería, y a pesar de ello, como los buitres, andan al quite por si pueden pillar algo... pero esta vez va a ser que no. Estoy harta.

Cada día soporto menos el parasitismo, y míra tu por donde, me ha salido un tío piojo, chupatintas que lo llaman otros.

Ahora que hago memoria... ¿cuándo has sido generoso? never, osea, nunca. Date un pirulo con tus conocimientos reglamentarios a otra de las tetas, que hay siete, y en una ya cansas. Ya está bien de dar clases sin tener clase alguna. Ya está bien de chupar del bote de lo gratis, que nada hay gratis: lo que tú te ahorras a otros nos cuesta. Ya está bien de tu humor inexistente y esa amargura que llevas a cuestas y arrojas con quien menos merece tus desmanes, ya está bien tío.

Serás bienvenido cuando vuelvas humilde, claro que sin soberbia no serías el mismo. Ya va siendo hora, por edad, que madures un poquito, lo suficiente, para darte cuenta de que al final tendrás lo que hayas sembrado... y a lo mejor, cuando tengas la edad de ese a quien pones verde sólo porque es mayor -qué podría esperarme de ti, si hasta de tus padres te avergonzabas porque eran mayores- quizás los demás te vean tan payaso como tu le ves a él sin serlo. Eso en el mejor de los casos. Es muy probable, que vista tu destreza de joder a quienes te han ayudado cuando más lo necesitabas, quizás algún día te veas solo. Más solo aún de lo que estás ahora, que ya es decir. Te lo has buscado tu solito.

Lo dicho, mañana cena.

domingo

Domingo-Sunday-Dimanche

Al menos en francés parece que el domingo tiene algo de glamour, pero no nos engañemos, los domingos, por naturaleza son tediosos. Ahora que parece que el sol llega para quedarse quizás la cosa cambie un poco, pero de aquí para atrás, durante muchos meses, los domingos por lo general, han sido días de tele manta y sofá, con algún que otro ingrediente, pero nada del otro mundo.

Tienen otro encanto los domingos de sol, de paseos de bolsa de pipas, de cañas en una terraza, de siestas de brisa en las que el visillo acaricia los pies, de helados refrescantes y deliciosos, de noches que caen pasada la noche...

Hasta los tejidos adquieren una vaporosidad especial, cediendo paso en el guardarropa a la mullida lana. El clima manipula a su antojo tonos convirtiendo el círculo cromático en paleta de windows a merced del gusto por destituir las penas a golpe de magentas y cyanes.

Hoy es uno de esos domingos, aún, en los que pareciera que hace más frío en casa que en la calle... no es cuestión de temperatura, sino de movimiento. El sofá genera un estatismo capaz de congelar una olla exprés bullente si no tira de manta aunque sea en pleno agosto. Por el contrario, la calle y el moviemiento hacen que la sensación térmica suba puntos... como este Barça imparable a cinco minutos de ganar la Liga.

Hay una imagen que me flipa del verano, y es cuando la mirada se pierde sobre el asfalto y parece que está a punto de derretirse.

Realmente, hay muchas cosas que me flipan del verano. Cuando se aproxima su llegada, tengo la sensación de que me libero de los fantasmas del invierno: la tristeza, la soledad, el FRIO... y aún sabiendo que son compañeros de viaje que volveré a encontrar les autorizo sin piedad la excedencia que se merecen. Este año, me temo... no serán los únicos a los que mande a paseo por tiempo indefinido. Porque la tristeza, la soledad y el frío, a veces, tienen nombre propio.

Acaba de confirmarse la victoria en la Liga del Barça. Te jodes.

Lluvia

Llueve incesantemente ya pasada la medianoche y lejos de angustiarme, se convierte en caricia esta lluvia que repica en los cristales, se escurre por las hojas de mi amor de hombre, y se embalsa en la lona del toldo, parece que con intención de quedarse a dormir. Cierro los ojos y no hay sonido que me resulte más tranquilizador en la quietud de esta noche y de tantas otras.

Veo al trasluz esa hilera acuática y enérgica en su ordenado descenso vertical y me descubro chiquilla y disfrutona. Es difícil no relacionar esta escena con el romanticismo almibarado de las películas de amor y chimenea, pero me quedo con la lluvia aséptica, que de mis ardores ya se encarga otro.

sábado

Confidencialidad

Me cuenta un pajarito que al pajarraco le han soltado 300.000 eurazos, previa firma de un contrato de confidencialidad. Manda güevos. Ya me imaginaba yo que después de media vida dedicado a bucear en el océando de una empresa de tal embergadura y tanto "envergadurismo", no bastaría con ponerle de patitas en la calle: antes habría de asegurarse de que el pájaro mantuviera el pico cerrado. Que digo yo, que tal acuerdo, lo que pretende es blindar las acciones y omisiones de los mismos que le largan por haber hecho lo mismo que quieren ocultar. Un sinsentido. Tarde o temprano caerán como moscas, quizás más ahora, que un soplo de aire fresco parece entrar por la ventana de la azotea...

lunes

Efectos secundarios

Puto papel en blanco, que se convierte en amenaza en vez de allanarme el terreno, ahora que tanta falta me haría poder enfrentarme sin temor, ahora que me sobran los motivos para escupir en negrita.

Estamos a un tris de chalarnos del todo, ahora que se relajan unos músculos y se tensan otros, ahora que aparecen las contracturas, claro, después del encogimiento del alma. Acción, reacción.
No consiguen la heparina y los antiinflamatorios resolver la hinchazón de huevos, pero alivia saber que hay remedios caseros que suavizan la sensación de que la sangre y la mala hostia se acumulan en los suburbios genitales.

Tu nombre me sabe mal, me escuece en la boca y produce llagas, así que combato tu amargor disfrazándote, créeme, te sientan mucho mejor nuestros vestidos que ese nudismo famélico crónico de tu nombre hueco y estridente.

Desdeñamos las propiedades del áloe-vera, reduciendo su uso a esas cremas que se acaban amarilleando en la estantería del cuarto de baño, y probablemente no haya fórmula más sencilla, natural y refrescante para aliviar la sensación de quemadura que produce un corazón hiperlatente desafiando los baremos de la sístole y la diástole, en plena combustión, como el motor de un coche echando humo en mitad de una carretera solitaria. El áloe-vera convertido en besos con sabor a menta sin azúcar, que no es poco.

Se adolecen los ojos, secuela caduca del llanto acuoso, para dar paso a la clarividencia, como esa nitidez que presenta el cielo tras una tormenta, pareciera que el agua, arrastra todas las impurezas a su paso.

La montaña rusa de las emociones es más montaña que nunca, y menos rusa también. Los rusos tienen pinta de borrachines ramplones cuando muestran sus mejillas casi violáceas y los ojos líquidos como el vodka que se crujen por sus rincones siberianos y esteparios, nada que ver con la palidez del acojone, que es amarilla casi blanca,… qué poco queda para que hagamos ganas de pasear al sol nuestras carnes deslucidas desafiando al círculo cromático de los mapas de la piel.

Tienen en común el efecto secundario y el efecto mariposa ese temblor, que se convierte en revolotear de alas, tan distinto de otros revoloteos estomacales, produciendo una sensación casi de alerta, casi espontánea cuando menos te lo esperas, y para eso, no hay tratamiento posible.

Hay lugares de la mente inaccesibles para los lexatines, diazepanes, vandrales y demás trampantojos de laboratorio, de ahí que mi apuesta siga siendo la tisana en forma de melissa y flor de azahar, que no produce efecto relajante alguno, pero al menos endulza las papilas.

Cada cual se trata como quiere, o como puede, y yo prefiero, por ahora, tratarme de tú, casi faltándome el respeto; me trato y me maltrato con toda naturalidad, naturalmente.

Efectos secundarios y reacciones adversas son la risa inapropiada, el enfado sin motivo, la ternura endiabladamente empalagosa, la desgana pasajera. Todo pasa, todo llega.

El sarpullido del temor mastodóntico se atenua, y deja sobre la piel un picor leve y una orografía imperceptible al tacto ajeno.

Galería del coleccionista

Hoy estoy de mala hostia. Supongo que tiene mucho que ver, que ayer me eché una buena siesta y por ese motivo no he pegado ojo en toda la noche.

Cuando una está de mala leche, es como si todo el universo se confabulara contra una para joderle aún un poco más, y en medio de ese caos de encabronamiento, aparece algo o alguien que hace que la botella aparezca menos vacía, quizás una simple llamada.

Recibí esta mañana una llamada que duró unos tres minutos, y fue suficiente para aislarme durante ese tiempo y tomar aliento. Exactamente alentadora. Spice & cute!

Andaba yo absorta en mis cavilaciones malafollísticas, cuando me ha venido a la cabeza la imagen de alguien a quien en su día tuve un gran cariño y hoy tengo un respeto lo suficientemente mínimo como para no preocuparme en absoluto el espantoso ridículo que lleva haciendo ya demasiado tiempo.

Perdió cerca de 20 kilos, entre los cuales debió colarse una cantidad considerable de gramos de masa cerebral a tenor del comportamiento que trajo tal reducción. Continuó en su devenir de polvos infanticidas, qué gracia de catálogo de señoritas, todas ellas finas como el coral y delicadas como las hojas del aloe vera, casi más efectivas que el spinning.

Qué curioso este caso a mitad de camino entre Benjamin Button y Anita Obregón, otra que tal baila, que a media hora de los 60 se viste como si le estuvieran creciendo las tetas y le acabara de bajar la regla.

Enamorarse a los 15 años de un señor de 40 es un tópico como el del señor de 50 que se pirra por la chavala de 20... la diferencia, supongo, radica en que prefieras aprender a enseñar.

Al señor al que me refería le encanta ennoviarse -qué palabra más antigua- con chavalitas de las que más que un ligue parece el padrino de boda, o uno de esos puteros horteras de antaño que le ponían un pisito a la amante para retozar entre sábanas propias, pero no tiene esos detalles, todo lo más, invita a cenar a restaurantes de cómida rápida y regala esstribillos.

Desde luego tiene más de latin que de lover aunque no debe hacerlo del todo mal, podría tatuarse los nombres de cada una de sus conquistas y no le quedaría libre ni el badajo.

Su penúltima conquista me descuadra un poco, pero no me disgusta, es más, me hace muchísima gracia, tanta, que esta mañana caótica se ha roto a golpe de carcajada al ver la pose amorosa de una adolescente con ínfulas de calientabiberones enfundada en un chandal de rayas a las puertas del colegio. Ole ahí qué arte!

Te has tomado al pie de la letra eso de beber de la fuente de la juventud, tan fresca y potable como esa colección de coñitos cimbreantes que te asedian, pero me mata la curiosidad; en tu afán regresivo a la adolescencia ¿te ha dado también por merendar panteras rosas mientras ves el Disney Chanel?

Prometo que la próxima vez que nos veamos, te llevo un Kinder... si es que no te regalan uno antes. Relindo.

domingo

Güelcon

Conocedora como soy de alguna de tus destrezas y alguna que otra debilidad, me asombra a la vez que me fascina tu incipiente interés por la red de redes. Te doy la bienvenida al exceso de información, al intrusismo profesional, al porno prepago, al amor ficticio, a la amistad figurada, a los titulares caducos, a la estafa, al entretenimiento, a las descargas, al messenger, a las ventanas emergentes...

Esta veda abierta las 24 horas no se parece en nada a esas otras en las que tanto disfrutas sintiéndote el rey del mambo, aquí, cariño mío, temo decirte la carne de cañón eres tú, tan reticente a las tecnología, tan reacio al tecleteo, tan incapaz de permanecer sentado más de 5 minutos.

Tres días te doy...

sábado

I.P.

He de reconocer que cierta superstición me impide escribir completo el nombre de esa tonadillera que siempre estuvo en cuanto a voz por debajo de la más grande, añorada Rocío Jurado.

No cuestiono su talento, que lo tiene, las veces que la he visto actuar en directo me ha parecido excepcional, pero esta folklórica posee una extraña bipolaridad: puede pasar de ser la más glamourosa sobre el escenario a ser la más de las lisardas con su chandal de tactel y sus greñas desgreñadas; de humilde a ostentosa, de presunta inocente a presunta culpable del choriceo a gran escala.

Esta mujer de ilimitada ambición se ha pasado muchos años cantando y otros cuantos dando "el cante", y lo más jugoso, supongo, está por venir.

Como personaje de novela negra sería digna de un Millenium a la española, con sus amores polisexuales, con sus propiedades tan impropias, con sus aires y desaires, con su historia y su leyenda.

No contaba I.P. con que la cadena amiga haría sobre ella el mayor follletín televisivo, donde no hay día que no se nombre a la gitana universal como el que echa un puñado de tierra sobre el féretro de un difunto.

Deseando estoy de escuchar un disco suyo grabado desde la cárcel, lo que demuestra que mi admiracion por su voz no me ciega, y aún sin haber sido juzgada aún, a mi me da que ésta es una ladrona de mucho cuidado. Que la detengan, que devuelva lo que ha robado, que cumpla su condena legal... será mucho más llevadera que esa otra condena por la que ya está pagando: el desprestigio al que ve sometida su imagen.

I.P. = JDT

lunes

Nones

Yo soy de una generación que recuerda cosas de hace 30 años y eso es muy difícil de asimilar cuando te consideras joven, pero con todo y con eso, estoy orgullosa de pertenecer a ella. A las de mi generación, de pequeñas no nos gustaban las legumbres ni las verduras y hoy nos pasamos horas en la cocina preparando tupper de cremitas de calabacín, cociditos madrileños y demás manjares de las dieta mediterránea. Cosas de la edad, supongo. Casi todo aquello que nos provocaba la nausea más atroz, es hoy en día ingrediente básico de cualquier guiso: pimiento, cebolla, tomate, ajo. He de admitir que no he conseguido superar en el paladar la textura de la cebolla cocida, pero no renuncio a ella: la trituro, la camuflo, la aparto, pero es un sabor imprescindible y por tanto, no prescindo de el en mis guisos.

Hay una generación posterior a la mía críada a capricho entre empanados, rebozados, filetitos, croquetas, hamburguesas -sin cebolla- , pizzas, colacaos y bollería industrial; lo que además de representar una serie de carencias fundamentales para el organismo, y por extensión un cúmulo de calorías considerable, supone un auténtico quebradero para las generaciones anteriores, y un descalabro para las venideras.

En una casa, normal, de barrio, debería comerse de todo. Lo que es inadmisible es que la dieta se limite a los caprichos que antes he mencionado. Y más intolerable aúm que una familia tenga que amoldarse a los gustos de una pollita caprichosa que se cierra en banda y enarbola la bandera del NO ME GUSTA en cuanto la sacas del jamón de york, y las chuches, por resumir un poco.

Me estoy haciendo mayor y por consiguiente algo quisquillosa, el envejecimiento neuronal se transforma a mi edad en una mala baba del copón que no siempre puedo controlar, lo que dicho sea de paso, no me preocupa lo más mínimo...

Invitar a esta muchacha a cenar, es como jugársela a los chinos con la certeza de que siempre van a salir nones

Yo puedo disfrazar una cebolla como una olla, hacer que un pescado luzca como un filete de ternera, confitar unos sesos, si me pongo, hasta convertirlos en marron-glacé de casquería... pero hasta el más fino pastel se me atraganta sólo de pensar cómo es posible que la pollita a la que me refería antes, se ponga de chuletas de cerdo como el tenazas, y diga que no le gusta la panceta... y lo que es más increíble: el chorizo. Vale que no pruebes el pescado, y que esa fobia te lleve a no comer aceitunas rellenas porque "las anchoas también son pescado"; vale que no sepas lo que es un panchito, que ya es mucho valer, y descubrieras hace tres tardes, como aquel que dice, que es ese grano rojizo que se aloja dentro de esa corteza capullar mundialmente conocida como "cacahuete", pero que no te guste el chorizo es una obscenidad inconmensurable.

Yo creo que no has probado un chorizo en tu vida, chata, ni frito, ni a la parrilla, ni en lonchas ni a bocao limpio, y a lo mejor es eso lo que te pasa. El dia que te de por probar todo aquello que dices que no te gusta, vas a descubrir lo que te has estado perdiendo durante mucho tiempo, porque sólo se me ocurre algo más triste que unas acelgas, y son esas croquetas de jamón de york de las que me dicen que eres devota. Y un consejo, guapa, que lo eres, esa brizna blanca que quitas del jamón serrano como quien pasa una lendrera en una cabeza comía de piojos, se llama tocino, y es la quintaesencia de un buen jamón, y me recorre un escalofríos indescriptible al ver como te tomas tu tiempo para quitarle la gracia a esas lonchas magnificamente cortas por mi Lolo.

Los gustos cambian con el tiempo, y eso, es la esperanza que nos queda, a tí, y a mí.

miércoles

Jamón de York

En cuanto el jamón de york entra en una casa de manera habitual, malo. No malo malísimo, pero suele ser síntoma de alguna dolencia.

En mi casa -supongo que como en la mayoría- somos más de jamón serrano, hasta el punto de que hace ya casi veinte años, nos inventamos una fiesta, con motivo de otra menos carnal, a la que bautizamos como "La Fiesta del Jamón", que celebramos todos los años el último domingo de Octubre, en el que de una sentá nos trinchamos un jamón y a Cristo por los pies si hiciera falta. Se ha desvirtuado un poco desde que al jamón lo acompañan unas aceitunas de la tierra, un bacalao con tomate made in Cuadritos que no tiene parangón, y esos primos hermanos del homenajeado manjar en cuestión, de los que soy más devota: lomo, chorizo, salchichón y colesteroleicos varios, como ese magnífico queso de mi madre. Por eso decía -y mantengo- que el jamón de york suele ser mal de muchos y consuelo de tontos.

Sea cual sea la dolencia que uno tenga, hay que comer jamón de york. Que digo yo, que cuando uno está "gastroenterítico" perdído no viene mal tan preciado fiambre, pero en la práctica su uso es mucho más extenso: que te duele una muela, cómete un poco de jamón de york; que estás con astenia primaveral y no te apetece probar bocado, cómete aunque sea un poco de jamón de york; que te han operado de un juanete y no puedes andar, un poco de jamón de york no te va a quitar el dolor pero te sentará bien...

Hace buena coyunda el jamón de york con los yogures y los zumos, nunca he entendido muy bien ese trinomio lacteo- agridulce, pero tiene su gracia.

Pasa algo parecido cuando sales de viaje, aunque sea a 90 km de tu casa. Me explico, una se puede tirar ocho horas currando sin pegar más bocado que un triste café de máquina, o tirada en el sofá toda la tarde sin asaltar la nevera, y en cambio, sales de viaje para un par de horas, y preparas para el camino una bolsa que más de una querría para pasar la semana, a saber: los bocadillos, las cocacolas, las patatas fritas, los gusanitos, unas galletas con chocolate, los chicles,... vamos, que o te pegas el atracón y dejas el coche como si fuera un estercolero, o cuando llegas a destino te toca comerte el bocadillo de tortilla como si fuera un bollycao al que en vez de chocolate le han metido un plástico amarillo salado como los perros.

No se aconseja el jamón de york para relleno de bocadillos viajeros, dicen que se agría con facilidad y es enemigo de los calores, como la tortilla de patatas o la ensaladilla rusa.

LLeva una temporada mi madre que compra jamón de york en cantidades industriales,y mis tias van y vienen con merluzas frescas y relucientes, y filetes de ternera rosados y jugosos, y hasta esta que escribe se pasa la tardes inventando recetas de evasión -para mí que me distrago mientras las preparo- y victoria, como si el alimento fuera la llave que devuelve la salud. Debe ser así, mi padre tiene un aspecto inmejorable, sonrosado como los filetes, fresco como la merluza, activo como los bífidus esos de los yogures... para comérselo, como esas torrijas de vainilla con almíbar de ron que inventé hace unas tardes como sortilegio ante la tristeza.

Es un gesto muy amoroso ese de preparar comida a quien quieres, pero no lo es menos -aunque mucho más sacrificado- subir de rodillas a Guadalupe, llamar todos los días, sentir que en las buenas noticias y en las malas, hay tantos hombros alrededor... gracias por lo que siento y no sabría escribir, a mis tias, a mis tios, a mis primas y primos, a los extremeños Pedro y Manolo, a Estíbaliz por mover los hilos, a Ana P. por su interés, a Angel por tener amigos en el infierno y ayudarnos a salir de él de la mano de Gema, a mis ángeles que siempre están aunque no ya no estén, a Lourdes y Yoly por entenderme como ni siquiera yo misma me entiendo, a Inma V. por su carne de gallina , a Ignacio M. por su "tatuaje" de vida y sus dosis de ánimo incomparables, a Azucena y Paquito porque por primera vez hemos sentido lo mismo en el mismo momento,a mi amor y a los vuestros por estar, ser y sentir a nuestro lado, a mi madre por multiplicarse y por transmitir fortaleza desde el pánico, y por último a mi padre; gracias papá por sobrellevar nuestra angustia mal disimulada y tranquilizarnos sin el menor atisbo de flaqueza y una fortaleza imbatible.

Hala, ya lo se soltado, me quemaba en la garganta. Ahora, toca merendar... y para pasar el trago, no se me ocurre nada mejor que un zumito con un poco de jamón de york