domingo

Huevos fritos, orinales y fond de teint

Siempre que vamos a casa de mi prima Ana sé que nos dará pereza volver. Primero porque son unos magníficos anfitriones, segundo porque sus alrededores nada tienen que ver con los míos, y tercero, porque la risa garantizada es un valor seguro. A mí, que me gustan las visitas en exclusiva, me encanta sin embargo, cuando mi otra prima, Marisol, se deja caer con sus retoños, cebo indiscutible de mi objetivo convertidas en extraño e incipiente instinto maternal, para esta que escribe que nunca está segura de nada y aún menos de dar ese paso gigante no, definitivo.


A mi me gusta ver a Juli relajado, casi distraído y aprovechar la coyuntura para dispensar mordiscos inocentes y achuchones de casi tía a esas nenas que son dos bellezas ambulantes y pulirme la SD a base de instantáneas ahora que los flashes no les hacen mal. Los padres se ponen a veces muy cansinos. Me pasó hace poco con un bebé de dos meses:  no le había hecho más que tres fotos al cachorro cuando el recién estrenado padre me llamó la atención como de buen rollito pero con una mala hostia encubierta de mucho cuidado: me vas a "flashear" al niño. Tú sí que me flasheas, pensé yo.


Por no hablar de la frasecita... "ya te tocará"... pues no sé si me tocará o no, pero por dios y por la santísima virgen, que si me toca que alguien me lo recuerde y me quite de encima esa gilipollez extrema de la maternidad tardía.


A lo que iba. Entre chapuzones y cervecitas la tarde discurre tranquilamente, las nenas se atracan de ganchitos, y los mayores a lo nuestro, que es descubrir que la capacidad de sorpresa es ilimitada, y a veces, incluso produce sonrojo: esa imagen de Carla con sus ricitos dorados al viento y sus ojos azules y radiantes, y sus manitas rebosantes de chuches, y su culito sonrosado postrado sobre un orinal portátil forrado con la bolsa del Ahorramás sobre el césped al borde de la piscina y todos alrededor viendo como la nena no sólo pide pis, sino que lo hace, tranquila, como el que se tira en el sofá viendo una peli mientras se infla de palomitas. No tuvimos el detalle de hacerle la ola cuando acabó de hacer pipí. Qué poco detallistas somos los adultos!


Y qué lejos quedan las meadas piscineras. Desde que empezó a circular la leyenda de que si te meabas en la piscina el pis se convertía en una línea roja y todo el mundo se daría cuenta, ya no es lo mismo. Vamos, es que en cuanto noto que el pomelo se me licua pierdo el culo, y el bañador si hace falta, y convierto la salida de la piscina en una ginkana improvisada sorteando niños, señoras, y todo lo que se ponga por delante y salto la escalera como si fuera una olímpica optando a medalla camino del baño con tal de que la línea roja no me persiga. Lo malo es cuando llego al baño y no sale nada, igual es que por el camino me lo he hecho encima del miedo. Por eso cuando voy a la playa me desquito. Tengo una destreza bárbara. Soy capaz de mear de pie, como la Trapote, mientras finjo que busco a alguien con la mirada en el horizonte; meo sentada mientras aparento buscar un berberecho casi en la orilla, y meo hasta nadando, que eso es lo más difícil, porque siempre hay alguien que se cruza en tu camino y temes que note el cambio de temperatura del agua mezclada con el pis hirviendo, pero en ese momento crucial, te sumerges para hacer la voltereta o el pino-puente y asunto arreglao. Yo doy por hecho que todo el mundo lo hace. Lo que nos diferencia es el estilo. Es que hay algunas a las que les falta pedir un kleenex!


Avanzaba la tarde y alrededor de la mesa del merendero, como no podía ser de otra manera, surgió el tema de las comidas. Fue así como descubrí que los huevos fritos son predilección masculina en la escala de top-ten-colesterol, y que la norma del "cuatro huevos a la semana" debe ser invento de familia. Manda güevos. Yo siempre le he tenido mucho respeto a la citada norma. Más que respeto, miedo en general. De hecho me da pánico pedir un pincho de tortilla en cualquier bar, vaya a ser que me de un vitango.

Dicen que el huevo se estropea enseguida y que hay gente que ha muerto intoxicada por un huevo asesino, y que cuando al cortar una tortilla el huevo parece un hilo es que está malo y puedes morir si lo comes. Cosas que nos cuentan y que se quedan almacenadas en la memoria del terror. Y resulta que Angel ha comido durante años huevos fritos todos los dias, y no pasa nada. A fin de cuentas... lo que no mata engorda, y cuando ni lo uno ni lo otro importan, qué mas da lo que diga la ciencia!


Y cómo se apoyan los hombres cuando les tocas lo suyo, los huevos, vamos. El debate prometía, lástima que nos tuviéramos que ir, porque el tema daba para mucho. Ya de vuelta a casa y a contrareloj, ducha rápida, la ropa preparada... y en pelotas p'arriba y p'abajo buscando mi bolsa de maquillaje que ni en un bolso ni en otro aparecía.

- Jose, ¿has visto mis pinturas?
- Sí, me he estado pintando los ojos, no te jode.
- Joder que no la encuentro, la tenía aquíiiiiiiiiiiiiiii


Al borde del infarto llamé a mi prima que surtió el efecto de un diazepan cuando al preguntarle ansiosa si había visto un neceser dorado me dijo que sí. La putada es que pensaba ponerme monísima para la cena de nuestro aniversario, y me quedé en mona simple a falta de mi fond de teint, mis brochazos de perlas arábigas, el perfilador y mi barra de labios.


Yo pierdo la vergüenza, el autobús, o una partida de Trivial y no pasa nada... pero pierdo mis pinturas y pierdo el sueño. Con la falta que me hace!