viernes

Morfología del amor (III)

Amanece un nuevo día que podría ser distinto, y sin embargo, Maite tiene la certeza de que será gual mientras la cafetera exprime los posos de un café que en nada se parece a un buen café.

Hacer las camas, colocar la vajilla que quedó escurriendo la noche de antes en el fregadero, barrer, ir al mercado, preparar la comida -¿qué hago hoy?-,y salir casi con la hora pegada al colegio en busca de Mario. De vuelta a casa, las lentejas originan el enfado de Mario; Bob Esponja, o como quiera que se llame el dichoso dijujo animado, facilita algo las cosas, pero no hace milagros.

Las tardes son eternas en esa casa en la que el frio se ha instalado y no tiene intención de irse por el momento, y se hace de noche enseguida, y mientras Maite recoge la ropa de la cuerda, piensa que no tiene ganas de planchar hoy, y que quizás mañana tampoco tendrá ganas, pero lo hace porque de algún modo, cree que es la única forma de matar el tiempo antes de que el tiempo acabe devorándola. Mario garabatea y colorea círculos, y apura un vaso de leche, y ella le mira, y le besa y él le dice "mamá no seas pesada".

Antonio llega tarde y cansado, y es así siempre, incluso cuando sale antes de trabajar, incluso cuando no ha dado un palo al agua en todo el día porque no había nada que hacer. Maite aún confía en que cuando le vea entrar por la puerta, se escape toda la tristeza que lleva ya mucho tiempo amargándole las noches y los días, pero sigue ahí, cuando el beso de Antonio sigue pareciéndole frío, cuando en vez de escuchar qué tal el día, un grito se escapa desde el cuarto de baño preguntando qué hay de cenar.

A Maite le encanta el olor de Antonio cuando sale de la ducha, y su piel brillante, y su cuerpo enrollado en la toalla y aún más cuando trastea en la cocina y de pronto siente su abrazo por la espalda, y las gotas de su pelo húmedo resbalan por su cuello, y siente su miembro a través de la toalla, a la vez que una mano recorre su pecho por debajo de la blusa. Pero hace tiempo que no ocurre.

-Chati, traéme una cerveza
Que te la lleve tu puta madre, cabrón. Es lo que piensa en ese momento, y lo dice en voz baja, y hace como que no ha oído porque sabe que en menos de un minuto volverá a escuchar -esta vez más fuerte- la misma frase.

Suelta la cerveza encima de la mesa, al lado de una bandeja de pescadilla rebozada que acaba de sacar de la sartén y que se retuerce entre burbujas diminutas como si la hubiera frito rebozada en petazeta.

- Chati, ¿otra vez pescado?

- Si, otra vez.

Maite no tiene ganas de discutir, ni siquiera tiene ganas de cenar, se metería en la cama y dormiría hasta que su mundo cambiara, pero como sabe que eso no ocurrirá y que lo único que pasaría es que la noche se alargara más, prefiere comerse la pescadilla, y un yogur, y dar por terminada la cena con una trago de agua que acompaña -desde hace ya dos meses- con un lexatin.

Se sienta en el sillón y se enciende un cigarro. En la tele sale una inglesa que baila flamenco y que se enamoró de un persa que toca la guitarra, se les ve tan distintos ... y tan felices.

Antonio recoge la mesa, apila los platos y los vasos sobre el fregadero, deja el trozo de pan que ha sobrado sobre la encimera, y cuando llega al salón, aún humea la colilla del cigarro, pero Maite se ha dormido, ovillada en sí misma.

- Joder, te pasas el día durmiendo

Maite no está tan profundamente dormida como para no oirlo,pero mantiene los ojos cerrados. Sabe que si los abriera, Antonio empezaría a tocarle, subiría una mano desde la rodilla hasta su sexo y en apenas cinco minutos acabaría corriéndose entre sus muslos.

Maite no tiene ganas, y lo achaca a las pastillas, pero sabe perfectamente que no tiene ganas porque querría sentirse amada no utilizada como un desahogo.

Ni siquiera tiene la delicadeza de cubrirle con la manta, en cuanto termina de apurar el whisky se va a la cama, y Maite se queda sóla, aunque en su sueños, por suerte, todo es diferente.

jueves

Arturos

Va a ser verdad eso de que en la famosa casa de GH todo se magnifica, y ha llegado esa magnificencia tan lejos, que por magnificarse se magnifica en el plató, y fuera del mismo cada vez que salen a la palestra Arturo, su delfín y su modus operandi. No sólo es tema de debate de programas de televisión (o neorealismo televisivo que lo llaman ahora), trasciende a la calle, a los desayunos de oficinistas mileuristas y allá donde haya una defensora del feminismo mal entendido o un detractor del macho ibérico. Ni calvo, ni con dos pelucas.

En mi opinión, nada extrema, escucho a unos y a otros, y me pregunto si la cuestión no será que deberíamos empezar a admitir sin escrúpulos, que Arturo es un tipo de hombre que irrita tanto porque gusta mucho.

Dramatismos fuera, yo, y la mayoría de mujeres y hombres a los que les gustan los hombres que conozco, hemos tenido un Arturo o mataríamos por tener un Arturo, aunque sólo fuera para sofocar el calor que producen esos ojos verdes.

Mi Arturo se llamaba Mihai, pero también podría haberse llamado Juan, y es ese tipo de hombres que no se toman la molestia de regalarte el oido prometiendo amor eterno porque sólo buscan sexo. Ni siquiera creo que sea egoismo, suelen dejarlo bien claro, pero creemos que con algo de tiempo seremos capaces de enamorar al hombre después de darle de comer a la bestia a base de sexo más o menos salvaje.

Se habla demasiado de la libertad sexual, pero los argumentos pierden fuelle como la espuma de una cerveza en cuanto pasamos de la teoría a la práctica.

Arturo es el canalla de discoteca, la envidia de los que no mojan el churro, el blanco perfecto de las mujeres que son capaces de tener sexo sin amor sin sentirse culpables, y en definitiva, un tipo de 33 años al que quieren crucificar algunos, al que la boca que le pierde es la de la polla, que esparce semen como un surtidor.

Nos han educado a muchos en la creencia de que el sexo sin amor es caca. El sexo es fantástico cuando lo haces con quien quieres hacerlo, haya amor o no, y cuando lo haces con alguien con quien no quieres hacerlo es violación. Por eso no soporto cuando Indhira dice "cuando te acostabas conmigo..." a ver, guapa, hasta donde yo he visto, cuando Arturo se ha acostado contigo es porque tú te has acostado con él, y la mayoría de las veces, esto ha ocurrido porque le has puesto cachondísimo, cosa que está muy bien, y que no requiere de un gran esfuerzo tratándose de coyuntar con Arturo.

No apruebo sus comentarios despectivos hacia nadie, del mismo modo que los condenaría si en vez de ser un hombre fuera una mujer, pero me temo que ha sido muy fácil encontrar en su actitud motivo de debate. En este caso también se magnifica.

Queremos alguien que nos quiera, que nos respete, que nos cuide y que nos haga felices cuando buscamos una pareja, un compañero de vida, un amor... pero quién ha dicho que para follar y pasarlo pipa fuera necesario que después de echar un polvo te frotaran la espalda con la esponja y te llevaran el desayuno a la cama? Arturo, probablemente sería una nefasto marido, pero como amante es incuestionable.

La hipocresía y la envidia son males endémicos a la altura del feminismo trasnochado y el machismo de manual.

Arturo no es más que el landismo en estado puro, a pesar de los tatuajes, los piercing y los condones de sabores, lástima que aún haya muchas mujeres a años luz de la mentalidad de aquellas suecas que echaban su polvito sin complicarse la vida y sin esperar a cambio algo más que un orgasmo.

Aunque sólo sea porque gracias a ellos supe con qué tipo de hombre quería compartir mi vida, conservo en mi memoria con respeto y cariño a mis "arturos"... y si esto es ser machista, pues va a ser que soy machista. ¿o no?

domingo

Morfología del amor (II)

Anunciaban en la televisión que había muerto la más grande, Jesús le explicó a Marta que la más grande era Rocio Jurado, y Marta se revolvió del sillón y desde su aplastante coherencia de niña de seis años, espetó:
- La más grande soy yo

Marta sabe que tiene un padre y una madre, que estuvieron casados veinte años, que antes que ella nació su hermano, y que desde hace ya cuatro años, tiene dos casas. Marta no etiqueta, no distingue, no cuestiona; discute con Jesús y juega con él hasta que su paciencia le permite enfrentarse a una hiperactividad injusta para una niña.

Antonio disfruta de su nueva vida, a fin de cuentas, ha estado demasiado tiempo viviendo una vida que no quería: la factura de un matrimonio como dios manda es excesivamente elevada.

No hay que explicar mucho más, realmente, no es más que una historia de amor como tantas otras... la diferencia, es que a los 40 años, por más que uno lo intente, es imposible recuperar el tiempo perdido, aunque a esa edad, que alguien no entienda cómo es posible que Antonio encuentre su felicidad en Jesús es algo que ni siquiera tienen en cuenta. Como debe ser.



Cae la noche y con ella las luces
que dan paso a luces disstintas,
siluetas diferentes,

Hay un cielo mucho más cercano
que el que se vislumbra tras los cristales
de esa ventana.

Azules casi verdes, casi negros,
azules como un mar inventado.

Se adentra la noche
y un segundo antes del sueño
ese mar se vuelve ultravioleta
para envolverme
commo se envuelve la manzana
en la mano de quien la siembra

Y cada noche se transforma
aunque siempre sea igual:
un encuentro, una despedida,
un mundo dentro de otro mundo.

De qué servirían si no las noches

Morfología del amor (I)

Al salir del ascensor aún conservaba un encogimiento lumbar y adolescente propiciado por un intercambio de saliva no tan adolescente y casi furtivo. El mostraba una excitación no solo sexual, ella ni siquiera quiso adjetivar su estado caótico: mentalmente, hay situaciones en las que es mejor ceder espacio al arrebato.

Frente a ellos se mostraba elegante y discreta una puerta lacada en blanco con minimalistas apliques metálicos, que les daría paso a un apartamento aséptico, funcional, y nada acogedor. El orden posee la extraña virtud de restar confortabilidad.

Pensó Rosa que la frialdad favorecía muy poco el acercamiento, a fin de cuentas, era su primera cita con aquel señor con el claro objetivo de llevar a la práctica una teoría que llevaban cierto tiempo practicando, y en el intento de superar ese mínimo obstáculo, tomó el mando a distancia del aparato de aire acondicionado y apenas hubo apretado el botón de encendido, Javi la tomó por la cintura, le besó los labios y avanzó sobre ella torpemente haciéndole caer sobre la cama.

Javi tenía las cejas pobladas en exceso, los ojos tristes y acuosos, la nariz ancha y torcida, los labios gruesos, los dientes blancos, infantiles, el cabello ensortijado y canoso, y aún con esa falta de armonia en el rostro, desde aquella primera vez que se vieron, a Rosa la pareció un tipo irresistible. Conforme fue desvistiéndose, dejó ver un cuerpo casi atlético, una piel más clara de lo que ella habría imaginado, unos brazos fuertes, los hombros rectos, las piernas fibrosas, los glúteos tersos, la polla delgada, ls pies grandes, el pecho firme. Un cuerpo realmente bello, pensó ella.

Sintió mezcla de pudor y excitación mientras Javi le desabrochaba la blusa y sus pezones desputanban sobre el sostén negro, y sin embargo estaba encantada de que fueran aquellas manos y no otras las que en ese momento acariciaran su piel ligeramente temblorosa. Se descubrieron y exploraron con prisa temorosos de que el reloj avanzara en su contra. A fin de cuentas, se encontraban en el lugar adecuado y con la persona deseada porque así habían decidido que fuera, pero detrás de esa cita había un entramado de mentiras que les alejaría de cualquier sospecha ante sus parejas.

Esther estaría zambullendo su cuerpecito de niña de 7 años en la piscina hasta que pasara a recogerla Marcos, -mañana tendrás que recoger a la niña de natación, recuerda que tengo ginecólogo y no he podido cambiar la hora- le había advertido la noche de antes a su cita, mientras Rosa fingía una naturalidad libre de sospecha y Marcos estudiaba los planos de un proyecto incipiente.

Fue algo más difícil para Javi, quien además de descontar de su agencia de publicidad tiempo para un revolcón, debió arañar un par de horas más contando con que el desplazamiento supondría algo más de tres horas entra la ida y la vuelta.

- Me acaba de llamar Nacho, mañana viajamos a Barcelona, tenemos un posible cliente algo exigente y ha organizado un almuerzo para negociar su próxima campaña, un empresario de la vieja escuela, ya sabes, de esos que mandan a la secretaria abrir el correo electrónico porque no sabe ni encender el ordenador...

- ¿Vendrás a dormir?

- Si, supongo que sí

Ana llevaba mucho tiempo sospechando que Javi había dejado de estar enamorado de ella. Nunca tuvo la certeza de que realmente algún día lo hubiera estado realmente, de hecho el suyo fue uno de esos matrimonios predecibles. Habían sido amigos de niños, se conocían de toda la vida, y fueron el uno para el otro la primera persona con la que tuvieron algo más que una amistad, por eso cuando Ana se quedó embarazada a los 17 años, nadie se extrañó y nadie planteó que hubiera otra posibiidad que no fuera organizar una boda como las de entonces.

Javi mostró desde el primer momento unn deseo irrefenable, apresurado, quizás motivado por tantos años de hastío y sexo cotidiano con Ana. Rosa, se percató enseguida de tal voracidad, que por momentos le resultaba apeecible, y por momentos convirtió la situación en algo incómoda. Ella era feliz con Marcos, y desde luego, mantenían relaciones sexuales satisfactorias, aunque naturalmente, la excitación que le produjo mantener relaciones sexuales con un casi desconocido le recordó a aquellos primeros encuentros con Marcos, ya tan lejos en el tiempo.

Trasncurrieron los minutos, una piel deslizándose sobre la otra, unos cuerpos cada vez menos desconocidos, y sin embargo, um hambre agigantándose dentro de ellos, tan insaciable, que a poco que apuraran los minutos antes de volver a sus vidas, les valdría, no en vano, para mantener viva la llama de la necesidad de la teoría -y ahora sí- de la práctica.

Quién diría que algo así no fuera amor.

I love snow

Siempre ne ha gustado el calor, el verano y todo lo que permite un termometro por encima de los veinte grados, pero este invieno me gusta y me ha hecho encontrarle el punto a las bajas temperaturas, los copos de nieve y el viento racheado.
Del argot metereológico, del que se a aprende a fuezra de escuchar con más o menos fruición las previsiones, siempre me ha llamado la atencion ese rocambolismo del mapa de isobaras, que consigue parecer una expresion de lo más moderna siendo más antigua que mear de pie, gesto este, que he envidiado de los hombres desde mi más tierna infancia, esa amisma en la que las chicas buscábamos el cobijo de un coche y los chicos podían maniobrar su impronta urinaria de cara a la pared, con solo bajarse la goma del chandal.

Hoy las niñas, me cuentan que se entretienen viendo documentales de Einstein, manda gúevos, a la edad en la que yo lloraba como una madalena -sin saber por qué- viendo a Laura Ingalls bajando correteando por las apacibles montañas de La Casa de la Pradera. Haciendo algo de memoria, llego a la cuenta de que las niñas de los documentales -y ese canal de inglés para gilipollas- apenas llegan a los dos años, y yo tenía alguno más, pero ya pintaba lerda y sensible. A pesar de eso, mi manejo de la lengua dio más que buenos resultados cuando el idioma se convierte en asignatura, y más tarde aún. incluso cuando se codeaban con el inglés el francés, el latín, y el griego. Lo dicho: la gente de letras nos pasamos de románticos.

Otro de los términos por los hombres y mujeres del tiempo, es anticiclón, y no me gusta nada, y no sabría decir por qué, quizás sea porque tengo cierta reticencia a los "anti", por sistema por más que el prefijo casi siempre sea en beneficio de algo, pero recuerto la antitetánica, por ejemplo, y a pesar de que presenta al tétanos como un monstruo terrible, resulta mása horroroso el nombre que el pinchazo.

Hoy hace menos frio, casi que echo de menos ese vaho que se esfuma por la boca como la fumarola de un vocán.

Hahití... ya hablaré en otro momento de los escarmientos de la Madre Naturaleza, ese hijoputismo absurdo en cargarnos lo que nos es dado no se anda con chiquitas.

Mejillones vinagreta, horas extras, "playerito"... anda que no hay plancha! Y yo con estos pelos!