domingo

Zahorista a tiempo parcial

Tengo la sensación de que a veces la intuición se pone de mi parte y a poco que me lo propusiera sería capaz de descubrir miserias y riquezas bajo las pieles más opacas. Siempre he tenido la sospecha que la transparencia no es más que una ilusión óptica que muestra una falsa desnudez a los ojos de quienes no quieren tomarse la molestia de intentar alcanzar con la vista el horizonte desde otro plano. Yo empiezo a tener la vista cansada, del desgaste que produce mi gusto por los laberintos tridimensionales, cansancio que se ve recompensado a la hora de componer, recomponer, descomponer...

Me detengo en los recovecos, que es donde suele amontonarse la suciedad y es pavoroso contemplar el detritus en el que se convierten algunas personas ahí donde creen que nadie pueda llegar con los ojos. Del mismo modo, resulta altamente gratificante comprobar como en otras personas por esos mismo recovecos discurren tranquilamente ambrosías. La diferencia, naturalmente, es que la mierda se estanca y completa su putrefacción corrompiendo cuanto a su paso encuentra, en cambio, la belleza fluye tranquila o exaltada, pero fluye y se extiende como el océano desde la roca.

Qué poco nos parecemos a lo que parecemos en cualquiera de los casos.

Me quedo con la belleza, me gusta descubrir bajo la corteza del hijoputismo más aterrador la debilidad más insospechada, es como cavar en la tierra y descubrir un brote verde entre los gusanos casi al final del tiesto, en cambio detesto, cada vez más, que en el fondo de los vergeles más exóticos y llamativos sobrevivan en una inmundicia secreta las verdaderas intenciones de quien se muestra flamante como una buganvilla.


La inspiración se disfraza de zahorista y trata de exprimir el jugo de lo cotidiano, que es mucho, y desmenuza la pulpa de lo corriente y moliente y trata de adivinar vidas dentro y fuera de otras vidas. Me siento exploradora de lo mundano, a veces, estrepitosamente fracasada cuando lo que hay es lo que se ve, y hechicera de pacotilla cuando se ve a través de mis ojos, que ni siquiera son verdes o negros, aunque a veces ven más allá... un segundo antes, de que otros lo vean

jueves

Coños

Esta semana ha estado marcada indefectiblemente por la idiosincrasia del que más arriba titula. Bien es conocida por mis cercanos mi fijación por el vocablo, aún a riesgo de resultar grosera sin serlo y vulgar, que lo soy, de vulgo-Bulgari, declinación imposible que hermana el callejerismo con el glamour. Me la pela, cari .

Decía, y sigo con el coño, cada cual con el suyo hace lo que puede, quiere o debe, por eso no entiendo que alguien se escandalice cuando se le llama por su nombre. Es vagina en el ginecólogo, pomelo en los desayunos con la gente de la oficina, gruta en el poema, pepe con las vecinas, y tantos nombres tiene como se le quieran poner.

Todas tenemos más o menos coño, pero tan preciado manjar (jar jar jar), no es atributo exclusivo de las féminas.

Tener coño, en plan modern talking va en la forma de ser. Hasta hace relativamente poco era mi Yoly la poseedora indiscutible del COÑO por antonomasia de cuantos me/nos rodean... pero lo que la familia de sangre no te da la familia política te lo regala, y por ambas partes mi regalo es de tamaño descomunal; a una de ellas la bauticé en mis estados facebookeros recientemente con el “coño de 42 pulgadas”. No me direis que no es un tamaño considerable.

No es tranquilidad, ni pachorra, ni cachaza... es todo eso y más. Si antaño se decía de quien tenía le tensión baja que tenía un seguro de vida, yo diría sin temor a equivocarme, que no hay mejor seguro – y de seguros se un rato- que un coño bien plantao.

Viven las y los coñones en su mundo de NUNCA PASA NADA y si pasa A MI PLIN, YO DUERMO EN PIKOLIN. En dos Pikolines para ser exacto, uno para el cuerpo y otro en exclusiva el coño, faltaría más.

Ando estos dias de revisiones rutinarias femeninas, hablando del tema, y qué apuro, bendito sea el Señor, cuando mi ginecóloga acabó la exploración y a poco de sacar el instrumento de mi propio, me dieron ganas de cantar el alialió.

No es plato de buen gusto tumbarse sobre una camilla forrada de papel mientras una enfermera te obsequía con una toalla para taparte el ombligo y la titular se mete hasta el infito y más allá con el artefacto mientras te mira de reojo mientras teclea torpetemente el ordenador para sacarte fotos en blanco y negro. ¡Con lo que me van a mi un posado y un baño de color!

Ahora sé por qué tardan tanto en llamarte a consulta: porque hay señoras que llevan su coño superlativo y han de poner una camilla supletoria para hacer la exploración por separado.

Hormonalmente hablando...

sábado

Gala

Existe la leyenda de que es un hombre soberbio, algo estúpido, prepotente. A pesar de ello, y quizás por ello, es uno de los grandes escritores de este pais. Y de los más leídos.

A mí siempre me ha gustado casi todo lo que he leído de él. Esta mañana me he acercado a saludarle a la caseta de la Feria del Libro en la que a diferencia de otros años no había colas esperando su firma, y al decirle que le admiro como escritor y que había leído algunos de sus libros me ha contestado con un " es usted una soberana embustera, no creo que alguien como usted haya leído si quiera uno de mis libros".

Su joven acompañante en la mesa ha arrojado una sonora carcajada, el propio Gala se ha hinchado como un pavo real y ha esgrimido una sonrisa diabólica y esta que escribe se ha sentido algo más pequeñita que de costumbre. A penas me salía la voz cuando he contestado: " No es cierto. No tengo por qué engañarle. Es más, siempre había creído que era usted una persona amable. Y aunque no lo sea, le seguiré leyendo".

Cuando me he dado la vuelta, he oído que me llamaba... "joven, venga aquí"... era él con su voz retruécana y ahora en mi memoria, burlona y desapacible. Pero no he querido girarme por si en ese momento se me escapaba una lágrima y mi decepción se convertía en alimento de su sorna despiadada. No podía creer lo que acababa de ocurrir.

No le encuentro explicación. Ha sido absolutamente insólito e inesperado. He querido justificar su insolencia pensando en que es mayor. ¡Coño! No tiene justificación alguna. Y lo peor de todo, ha sido el tonito de "no creo que alguien como usted..." ¿alguien como yo? Qué habrá querido decir con eso. Alguien como yo. Alguien como yo ha disfrutado enormemente con La Pasión turca, con su Manuscrito Carmesí, con sus Poemas de Amor, Las Afueras de Dios, El corazón tardío... y tantas y tantas columnas en prensa... Alguien como yo, hoy ha sido víctima del desprecio de alguien como usted, a quien consideraba un gran escritor.

Con todo el respeto que no me ha tenido, Antonio Gala, usted ya chochea. Por viejo. Y por chocho.

lunes

Almos

La osadía sólo comparable a la ignorancia, me hace iniciar esta entrada con vocación de adivinanza para bobos,sentenciando que el hombre de quien hablo es de los feos más atractivos que han pasado por la caja tonta en las últimas décadas.

Ya desde canija, me quedaba embelesada escuchando sus discursos perifrásticos bien servidos de fundamento y no exentos de ironía. Más de una vez, alguno de sus ubicuos conterturlios se disipó tras una sonrisa estúpida por no entender ni quiera sus razonamientos, Y a mí eso me encantaba. Y también me daba pena. Me encantaba porque el dominio etimológico siempre me ha fascinado, y me daba pena, porque me parecía que al final, resultaba totalmente incomprendido. Incomprensible.

La erudicción dota a quien la posee de una extravagancia rotunda, de modo que para quienes no somos eruditos, resulta fascinante que una mente pueda resultar tan heterogénea y vasta; para quienes ni siquiera tienen el conocimiento justo para pasar el día,es otro cantar, y ahí donde hay una virtud ven un defecto.

No descubro nada si digo de él que es un tío carismático, cercano, poliédrico, y a la vez posee una capacidad extraordinaria: la de definir un simple mendrugo de pan con palabras infrecuentes y jamás oídas, o teorizar sobre la indivisivilidad del átomo en castellano al alcance de un parvulario, por poner dos ejemplos de este mi caprichoso imaginario que consigue, a veces, que yo misma crea conocer lo que no conozco.

Es de ese tipo de personas que no pasan desapercibidas. Eso, desde luego no sé si es bueno o malo, pero es un hecho. A mí me gusta que sea así. Me gusta ese punto de listillo de la clase que deja en jaque al maestro, de inocente transgresor, de candidez simulada y sesera en ebullición permanente; de loco lo suficientemente sensato, de bohemio posmoderno.

Esta semblanza heterodoxa y caprichosa, y probablemente nada certera, entraña un secreto a voces: no hay alimento que cure más que la curiosidad que despiertas.

martes

Tribalismo & Gazpacho

Ya estamos con los calores, con la explosión de color, con la ropa escasa y/o sin ella, con el gazpacho y los colacaos fresquitos, y las duchas templadas, y el olor a galán de noche... Los albures de este verano presentan el boceto del tópico estival que tanto me gusta...

Mañana inauguramos las fiestas del barrio dos días antes que el propio barrio de el pistoletazo de salida, no se nos pone nada por delante, así que la tarde de un miércoles víspera de un jueves festivo la dedicaré con el esmero que permiten las altas temperaturas, a cuajar unas tortillas de patata. Carmen ha prometido una morcilla y una ensalada de tomate, mi madre, que siempre se calla hará alguna de las suyas, Azucena contribuye con una generosa tripa de chorizo ibérico... y ellos se encargarán del bebercio. Tribalismo posmoderno. La distribución de roles sigue siendo arcaica, primitiva, como lo era en tiempo en los que el homo "nosecuantos" salía de caza y la "homa" recolectaba y se ocupaba del hogar... sólo que ahora la caza es organizar una partida de petanca y llenar las neveras, y el hogar es trasladar la mesa camilla a un banco de madera en mitad del parque y amontonar comida para el disfrute de presentes y ausentes.

Los ausentes, que son los que nos ven alrededor de la mesa con el descaro disimulado de quien ve una pelea callejera, disfrutan lo suyo viendo el espectáculo de nuestro pudor cero, y hay otros ausentes, que se ausentan porque son más afines al orgullo y la racanería, y a pesar de ello, como los buitres, andan al quite por si pueden pillar algo... pero esta vez va a ser que no. Estoy harta.

Cada día soporto menos el parasitismo, y míra tu por donde, me ha salido un tío piojo, chupatintas que lo llaman otros.

Ahora que hago memoria... ¿cuándo has sido generoso? never, osea, nunca. Date un pirulo con tus conocimientos reglamentarios a otra de las tetas, que hay siete, y en una ya cansas. Ya está bien de dar clases sin tener clase alguna. Ya está bien de chupar del bote de lo gratis, que nada hay gratis: lo que tú te ahorras a otros nos cuesta. Ya está bien de tu humor inexistente y esa amargura que llevas a cuestas y arrojas con quien menos merece tus desmanes, ya está bien tío.

Serás bienvenido cuando vuelvas humilde, claro que sin soberbia no serías el mismo. Ya va siendo hora, por edad, que madures un poquito, lo suficiente, para darte cuenta de que al final tendrás lo que hayas sembrado... y a lo mejor, cuando tengas la edad de ese a quien pones verde sólo porque es mayor -qué podría esperarme de ti, si hasta de tus padres te avergonzabas porque eran mayores- quizás los demás te vean tan payaso como tu le ves a él sin serlo. Eso en el mejor de los casos. Es muy probable, que vista tu destreza de joder a quienes te han ayudado cuando más lo necesitabas, quizás algún día te veas solo. Más solo aún de lo que estás ahora, que ya es decir. Te lo has buscado tu solito.

Lo dicho, mañana cena.