viernes

Dias y noches


Inauguro esta ventana con las mismas ganas con las que se corre el visillo cuando se oye jaleo en la calle. No sé si ser ventanera y chafardera son lo mismo. Ni siquiera si acabaré por descubrirme, pero me gusta asomarme como al que le gusta fumarse un puro en las bodas: con detenimiento, parsimonia y el olfato predispuesto.

Se asomó a mi ventana no hace mucho tiempo una disculpa que no cobraré con intereses de demora. No es necesario. Las disculpas en sí ya son suficientemente rentables cuando suponen un doblegamiento ante el orgullo. Produce una enorme satisfacción otear el horizonte desde la ventana... y ver como se acerca un mirlo blanco a regalarte los oidos. El mirlo vuela, se aleja, se acerca, huye, vuelve... se fue sin que le echara dejando el poyete lleno de mierda... y volvió sin que le llamara; intentó limpiar su mierda -y su conciencia- con el pico, con las alas... nada de eso era necesario, pero es reconfortante.

Se asoma -a otra ventana- mi terrible Coto Matamoros en su desafío más acuciante y televisivo anunciando su próximo suicidio como el que anuncia una fiesta de cumpleaños: cena con los amigos y piñata con sopresa. La sorpresa es un arma de doble filo, pasa como con el carácter. Tendemos a decir que alguien tiene carácter cuando realmente lo que tiene es un mala follá del copón. Con las sorpresas tres cuartos de lo mismo; casi siempre se da por hecho que las sorpresas son buenas, pero no son pocas las veces en las que las sorpresas, a parte de cumplir su cometido que es sorprender, vienen cargadas por el mismísimo demonio.

Realmene no me causa sorpresa que este Matamoros que siempre me ha fascinado anuncie el final de sus das desde ese silloncito de DEC que parece de todo menos cómodo, veremos en que queda ese triple salto mortal sin red televisivo

Resuenan en mi mente estos días estribillos pegadizos medineros, como una ensalada de mezclum de lechugas verdes, tiernas, frescas, vistosas...´

Las noches son menos serenas, algo tendrá que ver esa caída en picado de la temperatura y la excitación tenue de la víspera. Me decía el otro día un compañero, "niña, ya estás en cuarentena". No jodas Jaime, como mucho "en capilla", que tampoco...

Un compromiso metálico en forma de aro fue la causa de que ayer me privara de otros metales más prometedores que comprometedores. Me llegó intacto el mensaje de una leve decepción, que en la voz de un ángel endemoniado siempre suena aún más terrible, aunque en cierto modo, alivió bastante mi pesar el hecho de que no me perdiera tanto como creía.

El que no se consuela es porque no quiere.

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