domingo

Lluvia

Llueve incesantemente ya pasada la medianoche y lejos de angustiarme, se convierte en caricia esta lluvia que repica en los cristales, se escurre por las hojas de mi amor de hombre, y se embalsa en la lona del toldo, parece que con intención de quedarse a dormir. Cierro los ojos y no hay sonido que me resulte más tranquilizador en la quietud de esta noche y de tantas otras.

Veo al trasluz esa hilera acuática y enérgica en su ordenado descenso vertical y me descubro chiquilla y disfrutona. Es difícil no relacionar esta escena con el romanticismo almibarado de las películas de amor y chimenea, pero me quedo con la lluvia aséptica, que de mis ardores ya se encarga otro.

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