domingo

Morfología del amor (I)

Al salir del ascensor aún conservaba un encogimiento lumbar y adolescente propiciado por un intercambio de saliva no tan adolescente y casi furtivo. El mostraba una excitación no solo sexual, ella ni siquiera quiso adjetivar su estado caótico: mentalmente, hay situaciones en las que es mejor ceder espacio al arrebato.

Frente a ellos se mostraba elegante y discreta una puerta lacada en blanco con minimalistas apliques metálicos, que les daría paso a un apartamento aséptico, funcional, y nada acogedor. El orden posee la extraña virtud de restar confortabilidad.

Pensó Rosa que la frialdad favorecía muy poco el acercamiento, a fin de cuentas, era su primera cita con aquel señor con el claro objetivo de llevar a la práctica una teoría que llevaban cierto tiempo practicando, y en el intento de superar ese mínimo obstáculo, tomó el mando a distancia del aparato de aire acondicionado y apenas hubo apretado el botón de encendido, Javi la tomó por la cintura, le besó los labios y avanzó sobre ella torpemente haciéndole caer sobre la cama.

Javi tenía las cejas pobladas en exceso, los ojos tristes y acuosos, la nariz ancha y torcida, los labios gruesos, los dientes blancos, infantiles, el cabello ensortijado y canoso, y aún con esa falta de armonia en el rostro, desde aquella primera vez que se vieron, a Rosa la pareció un tipo irresistible. Conforme fue desvistiéndose, dejó ver un cuerpo casi atlético, una piel más clara de lo que ella habría imaginado, unos brazos fuertes, los hombros rectos, las piernas fibrosas, los glúteos tersos, la polla delgada, ls pies grandes, el pecho firme. Un cuerpo realmente bello, pensó ella.

Sintió mezcla de pudor y excitación mientras Javi le desabrochaba la blusa y sus pezones desputanban sobre el sostén negro, y sin embargo estaba encantada de que fueran aquellas manos y no otras las que en ese momento acariciaran su piel ligeramente temblorosa. Se descubrieron y exploraron con prisa temorosos de que el reloj avanzara en su contra. A fin de cuentas, se encontraban en el lugar adecuado y con la persona deseada porque así habían decidido que fuera, pero detrás de esa cita había un entramado de mentiras que les alejaría de cualquier sospecha ante sus parejas.

Esther estaría zambullendo su cuerpecito de niña de 7 años en la piscina hasta que pasara a recogerla Marcos, -mañana tendrás que recoger a la niña de natación, recuerda que tengo ginecólogo y no he podido cambiar la hora- le había advertido la noche de antes a su cita, mientras Rosa fingía una naturalidad libre de sospecha y Marcos estudiaba los planos de un proyecto incipiente.

Fue algo más difícil para Javi, quien además de descontar de su agencia de publicidad tiempo para un revolcón, debió arañar un par de horas más contando con que el desplazamiento supondría algo más de tres horas entra la ida y la vuelta.

- Me acaba de llamar Nacho, mañana viajamos a Barcelona, tenemos un posible cliente algo exigente y ha organizado un almuerzo para negociar su próxima campaña, un empresario de la vieja escuela, ya sabes, de esos que mandan a la secretaria abrir el correo electrónico porque no sabe ni encender el ordenador...

- ¿Vendrás a dormir?

- Si, supongo que sí

Ana llevaba mucho tiempo sospechando que Javi había dejado de estar enamorado de ella. Nunca tuvo la certeza de que realmente algún día lo hubiera estado realmente, de hecho el suyo fue uno de esos matrimonios predecibles. Habían sido amigos de niños, se conocían de toda la vida, y fueron el uno para el otro la primera persona con la que tuvieron algo más que una amistad, por eso cuando Ana se quedó embarazada a los 17 años, nadie se extrañó y nadie planteó que hubiera otra posibiidad que no fuera organizar una boda como las de entonces.

Javi mostró desde el primer momento unn deseo irrefenable, apresurado, quizás motivado por tantos años de hastío y sexo cotidiano con Ana. Rosa, se percató enseguida de tal voracidad, que por momentos le resultaba apeecible, y por momentos convirtió la situación en algo incómoda. Ella era feliz con Marcos, y desde luego, mantenían relaciones sexuales satisfactorias, aunque naturalmente, la excitación que le produjo mantener relaciones sexuales con un casi desconocido le recordó a aquellos primeros encuentros con Marcos, ya tan lejos en el tiempo.

Trasncurrieron los minutos, una piel deslizándose sobre la otra, unos cuerpos cada vez menos desconocidos, y sin embargo, um hambre agigantándose dentro de ellos, tan insaciable, que a poco que apuraran los minutos antes de volver a sus vidas, les valdría, no en vano, para mantener viva la llama de la necesidad de la teoría -y ahora sí- de la práctica.

Quién diría que algo así no fuera amor.

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