lunes

Efectos secundarios

Puto papel en blanco, que se convierte en amenaza en vez de allanarme el terreno, ahora que tanta falta me haría poder enfrentarme sin temor, ahora que me sobran los motivos para escupir en negrita.

Estamos a un tris de chalarnos del todo, ahora que se relajan unos músculos y se tensan otros, ahora que aparecen las contracturas, claro, después del encogimiento del alma. Acción, reacción.
No consiguen la heparina y los antiinflamatorios resolver la hinchazón de huevos, pero alivia saber que hay remedios caseros que suavizan la sensación de que la sangre y la mala hostia se acumulan en los suburbios genitales.

Tu nombre me sabe mal, me escuece en la boca y produce llagas, así que combato tu amargor disfrazándote, créeme, te sientan mucho mejor nuestros vestidos que ese nudismo famélico crónico de tu nombre hueco y estridente.

Desdeñamos las propiedades del áloe-vera, reduciendo su uso a esas cremas que se acaban amarilleando en la estantería del cuarto de baño, y probablemente no haya fórmula más sencilla, natural y refrescante para aliviar la sensación de quemadura que produce un corazón hiperlatente desafiando los baremos de la sístole y la diástole, en plena combustión, como el motor de un coche echando humo en mitad de una carretera solitaria. El áloe-vera convertido en besos con sabor a menta sin azúcar, que no es poco.

Se adolecen los ojos, secuela caduca del llanto acuoso, para dar paso a la clarividencia, como esa nitidez que presenta el cielo tras una tormenta, pareciera que el agua, arrastra todas las impurezas a su paso.

La montaña rusa de las emociones es más montaña que nunca, y menos rusa también. Los rusos tienen pinta de borrachines ramplones cuando muestran sus mejillas casi violáceas y los ojos líquidos como el vodka que se crujen por sus rincones siberianos y esteparios, nada que ver con la palidez del acojone, que es amarilla casi blanca,… qué poco queda para que hagamos ganas de pasear al sol nuestras carnes deslucidas desafiando al círculo cromático de los mapas de la piel.

Tienen en común el efecto secundario y el efecto mariposa ese temblor, que se convierte en revolotear de alas, tan distinto de otros revoloteos estomacales, produciendo una sensación casi de alerta, casi espontánea cuando menos te lo esperas, y para eso, no hay tratamiento posible.

Hay lugares de la mente inaccesibles para los lexatines, diazepanes, vandrales y demás trampantojos de laboratorio, de ahí que mi apuesta siga siendo la tisana en forma de melissa y flor de azahar, que no produce efecto relajante alguno, pero al menos endulza las papilas.

Cada cual se trata como quiere, o como puede, y yo prefiero, por ahora, tratarme de tú, casi faltándome el respeto; me trato y me maltrato con toda naturalidad, naturalmente.

Efectos secundarios y reacciones adversas son la risa inapropiada, el enfado sin motivo, la ternura endiabladamente empalagosa, la desgana pasajera. Todo pasa, todo llega.

El sarpullido del temor mastodóntico se atenua, y deja sobre la piel un picor leve y una orografía imperceptible al tacto ajeno.

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